Comentarios del presidente George W. Bush sobre la salud mental

Albuquerque, Nuevo México

29 abril 2002

Con respuestas de Douglas A. Smith, "webmaster" de la Coalición de Antisiquiatría

Traducido por César Tort

Millones de norteamericanos, millones, se hallan afectados en el trabajo, en la escuela y en el hogar por episodios de enfermedad mental. Muchos se encuentran discapacitados por severos y persistentes problemas mentales. Estas enfermedades afectan a los individuos, a sus familias y a nuestro país.

La "enfermedad mental" es un concepto erróneo, y no sólo porque es una imposibilidad semántica.  Una "enfermedad" es física.  "Mental" significa no-físico.  Como el siquiatra Fuller Torrey escribió en su libro Adiós a la psiquiatría en 1974 (antes de que se uniera a las filas de los siquiatras biologistas): "El mismo término [‘enfermedad mental’] carece de sentido, es un error semántico.  A menos que se usen metafóricamente, esas palabras no se llevan.  De igual manera, una ‘idea púrpura’ o un ‘espacio sabio’ no son posibles" (Penguin Books, p. 36).  Similarmente, tan no puede haber una "enfermedad mental" como una "enfermedad moral".  Las palabras "mental" y "enfermedad" no se llevan en buena lógica.  La "enfermedad" mental no existe, como tampoco existe la "salud" mental.  Estos términos sólo indican aprobación o desaprobación de algún aspecto de la mentalidad de una persona (pensamientos, emociones o conducta).

Como saben muchos norteamericanos, es increíblemente doloroso observar a un ser querido luchar con una enfermedad que afecta su mente, sus sentimientos y sus relaciones con los demás.  En una mesa redonda hoy escuchamos historias sobre el tema y sobre la lucha que significa para la familia.

Muchos, si no es que la mayoría, de la gente que han sido forzados al "tratamiento" (o maltratamiento) siquiátrico fueron forzados por familiares.  La noción que las familias hacen lo mejor para sus "seres queridos" es un mito.

Existen tratamientos admirables, y eso es bueno.  Sin embargo, mucha gente —demasiada gente— permanece sin tratamiento.  Algunos terminan adictos al alcohol o a las drogas.  Otros terminan en la calle y sin hogar.  Y otros terminan en nuestras cárceles o en los centros de detención para menores.

Los tratamientos siquiátricos son de verdad admirables —admirablemente malos y admirablemente nocivos.  Los neurolépticos, llamados también tranquilizantes mayores, los antidepresivos tanto tricíclicos como los SSRI, el tratamiento del electroshock y la psicocirugía causan daño cerebral.  Mucha gente no se comporta como se espera de ellos y van a la calle como indigentes o violan la ley y se les encarcela en prisiones de un tipo u otro, pero ninguno merece que se le dañe con las "terapias" modernas de la siquiatría biológica.

Nuestro país debe comprometerse: los norteamericanos con enfermedades mentales merecen nuestra comprensión y un servicio excelente.  (Aplauso del público) Merecen un sistema de salud que trate sus enfermedades con la misma urgencia que una enfermedad física.  (Aplauso)

Nuestro país debe comprometerse: comprometerse a asegurar la libertad de los norteamericanos que cumplen la ley.  Los norteamericanos etiquetados de enfermos mentales que no han violado ninguna ley merecen el mismo trato que los demás.  Debemos detener el uso de conceptos mitológicos como el de enfermedad mental para justificar el encarcelamiento en "hospitales" a la gente que cumple la ley —independientemente de lo excéntricos o molestos que sean—, o de aquellos que escojan vivir de manera diferente de lo que quisiéramos.  Debemos comenzar una nueva era de tolerancia hacia quienes son raros, diferentes o que tienen dificultades que nos molestan pero que no violan los derechos de los demás.

Para cumplir esta meta, tenemos que vencer muchos obstáculos, y esta mañana quisiera hablar de tres de estos obstáculos.  El primer obstáculo es el estigma, el estigma que frecuentemente asociamos a la enfermedad mental —un estigma causado por una historia de malos entendidos, temor y vergüenza.  El estigma conduce al aislamiento, y hace que la gente no busque el tratamiento que necesita.  Los líderes políticos, los profesionales de salud y todos los norteamericanos deben entender este mensaje: la discapacidad mental no es un escándalo —(aplauso)—, es una enfermedad.  Y como las enfermedades físicas, es tratable, especialmente cuando el tratamiento viene temprano.

El estigma que viene con el tratamiento siquiátrico es una razón legítima y poderosa para que cualquiera que desee llevar una buena vida en el futuro, lo evite.  También es una fuerte razón para que no aconsejemos a otros buscar "ayuda" siquiátrica o que tratemos de "ayudarlos" a la fuerza.  Dado que la llamada enfermedad mental no tiene una causa biológica y no es una verdadera enfermedad, no puede ser "tratada".  La afirmación que un tratamiento temprano es particularmente efectivo es un mito que se usa para persuadir a aquellos que no sufren de severo estrés para que fluya más dinero hacia los profesionales de salud mental.

Actualmente, existen nuevas drogas y terapias que han mejorado grandemente las vidas de millones de norteamericanos con las más serias enfermedades mentales, y a otros millones con enfermedades mentales menos graves.  Los índices de éxito para la esquizofrenia y la depresión clínica son comparables a los índices de las enfermedades cardiacas.  Eso es una buena noticia para Estados Unidos y debemos hacer que más y más norteamericanos lo entiendan a fin que busquen tratamiento.

Las drogas siquiátricas que tenemos hoy día son un desastre que ha producido una epidemia de enfermedad neurológica en los pacientes siquiátricos, incluyendo la demencia y algunos trastornos en los movimientos tales como disquinesia y distonía tardías, además de otras consecuencias de naturaleza tanto tóxica como neurotóxica.  La "terapia" electroconvulsiva y la psicocirugía dañan el cerebro aún con mayor rapidez.  Las llamadas drogas contra la ansiedad o tranquilizantes menores (las benzodiazepinas) causan adicción y severos síntomas al dejar de tomarlas y no alivian efectivamente la ansiedad por la que la gente las toma.  Pedirle a la gente que busque estas "terapias" es algo estúpido y ultrajante.  El tratamiento siquiátrico realmente es tan eficaz, o tan ineficaz, como el tratamiento de las enfermedades del corazón: éstas son el asesino número uno de los norteamericanos, por lo que no se ve que el tratamiento actual sea particularmente eficaz.

El segundo obstáculo para un tratamiento de salud mental de calidad, es nuestro sistema de servicios de salud mental.  Tanto los centros de salud mental y los hospitales, los albergues para indigentes, el sistema jurídico y nuestras escuelas tienen contacto con individuos que sufren de trastornos mentales.  Sin embargo, muchos de estos trastornos son difíciles de diagnosticar.  Esto hace que sea incluso más difícil proveer un servicio de salud mental cuando se necesita.  Muchos norteamericanos se escapen por las grietas de nuestro sistema actual.  Muchos años y muchas vidas se pierden así antes que la ayuda, si se les es dada, se les dé de hecho.

La gente que "se escapa por las grietas" de nuestro sistema son los suertudos.  La "ayuda" siquiátrica, cuando menos la impuesta involuntariamente, es opresión enmascarara como un acto de beneficencia.

Considérese este ejemplo que los expertos en el campo dirán que es una historia que muchas veces se vuelve realidad: un niño de 14 años que experimentaba con drogas para aliviar su severa depresión.  Esto sucede.  Quien fuera un buen estudiante se convirtió en un adicto a las drogas.  Se salió de la escuela, fue encarcelado seis veces en 16 años.  Sólo hace dos años, cuando tenía 30 años, los doctores diagnosticaron su condición como trastorno bipolar, y comenzaron con un programa de tratamiento exitoso, un largo programa de tratamiento exitoso.

Como la mayoría de los diagnósticos en siquiatría, un "diagnóstico" del llamado trastorno bipolar, también conocido como enfermedad maníaco-depresiva, es arbitrario.  En este caso, significa que la excitación, entusiasmo y, en otras ocasiones, la tristeza de alguien, exceden el límite de emociones aceptables para otras personas.  Como en todos los demás diagnósticos siquiátricos, no se ha hallado una base biológica para el trastorno bipolar o cualquier otra enfermedad mental.
      El tratamiento más común para este supuesto trastorno es el litio.  Éste es un químico tóxico que aletarga todos los procesos del pensamiento.  Fue descubierto accidentalmente en 1949 por el siquiatra John Cade, quien encontró que los conejillos de indias se volvían mansos, dóciles y letárgicos.  También encontró que el litio tenía el mismo efecto en los seres humanos.  El doctor Cade nunca supo por qué el litio funciona de esa manera, ni lo sabemos en la actualidad.  Tomar litio puede incapacitar el pensamiento de una persona lo suficiente como para impedir que haga cosas que no debe hacer, pero este beneficio viene a la par de un aletargamiento físico, que es el efecto primario de la droga.  Puede compararse con mantener a una persona intoxicada químicamente.  En siquiatría, el mantener a una persona que tiende a comportarse de manera socialmente inaceptable con semejante droga se le llama "un largo programa de tratamiento exitoso".

Y para asegurarse de que las grietas sean cerradas, me honra anunciar lo que llamamos la Comisión Libre de Salud Mental.  A ésta se le encargan estudiar los problemas y las lagunas de nuestros sistema actual de tratamientos, y el hacer recomendaciones concretas para mejoras inmediatas que serán implementadas —(aplauso)— y las mejoras serán implementadas, y deben ser implementadas tanto por el gobierno federal, el gobierno estatal, las agencias regionales como por los proveedores públicos y privados de salud mental.  El dirigente de esta Comisión que he elegido es Michael Hogan.  Doctor Hogan, me complace que esté usted con nosotros.  (Aplauso) El doctor Hogan ha trabajado como el director del Departamento de Ohio de Salud Mental por más de diez años, y es reconocido como un líder en la profesión.  Asimismo, como funcionario público se ha enfocado en conocer cómo funciona nuestro sistema de salud mental, y cómo falla su funcionamiento.  Espero saber de los hallazgos de la Comisión.  Espero que se progrese en componer el sistema de manera que los norteamericanos no se escapen por las grietas.  (Aplauso) 

Llamarle a este comité la "Comisión Libre de Salud Mental" tiene resonancias con el concepto nuevahabla de George Orwell en 1984, donde las palabras invertían la verdad.  La tarea de esta Comisión será idear cómo llevar a más norteamericanos al sistema de salud mental.  Los servicios actuales de salud mental en Estados Unidos representan un sistema en el que a aquellos que no lo desean se les fuerza a la "terapia", incluyendo hospitalizaciones involuntarias, drogadicción forzosa en los siquiátricos —y también a los pacientes externos según las recientes leyes— y la "terapia" involuntaria de electroshock.  ¿A esto le llamamos la "Comisión Libre de Salud Mental"? Dudo que esta Comisión vaya a estudiar la manera de garantizar el libre albedrío a aquellos que rehusan el llamado tratamiento de salud mental.  Es mucho más probable que hagan exactamente lo opuesto.  Indudablemente esta Comisión o comité estará compuesto de profesionales de salud mental que recomendarán medidas que los beneficiarán a ellos más que a quienes se convertirán en pacientes siquiátricos.  Es como convocar a un grupo de curanderos para que hagan un reporte de curanderismo en el sector salud, o como convocar a unos hombres de negocios para que estudien cómo hacer que más gente compre sus productos, o, en el presente caso, cómo no sólo persuadir a que compren sino forzarlos a que sean clientes, independientemente de si lo desean o no.

El tercer y mayor obstáculo para un servicio de salud mental eficaz son las injustas limitaciones que se le hacen a las coberturas de salud mental por las compañías de seguros.  (Aplauso)  Muchos planes de seguros de salud han desarrollado programas efectivos para identificar a pacientes con enfermedades mentales, y los han ayudado a obtener el tratamiento que necesitan para recuperar su salud.  Pero las compañías de seguros restringen más el tratamiento de enfermedades mentales que los tratamientos de otras enfermedades médicas.  Como resultado, algunos norteamericanos son incapaces de obtener los tratamientos médicos que les permitirían funcionar en la vida diaria.  Nuestro sistema de seguros debe tratar las enfermedades mentales serias como cualquier otra enfermedad.  (Aplauso)  Ése fue el mensaje que me dio el senador Domenici en la Oficina Oval.  (Risa del público) Y fue el mensaje de Nancy cuando cenamos.  (Risa del público) Reconozco que ambos han trabajado asiduamente en este problema.  (Aplauso)
      Yo también he trabajado en esta área.  Como gobernador de Tejas, firmé una ley para asegurar que los pacientes que necesitan ayuda de salud mental sean tratados justamente.  El senador Domenici y yo compartimos esta idea: las estrategias de salud no deben aplicar limitaciones injustas o requerimientos financieros a los beneficios de salud mental.  (Aplauso)
      Es importante que garanticemos total paridad sobre salud mental, así como que no sobrepasemos el costo del sector salud.  Trabajaré con el presidente de la Cámara de los Representantes.  Trabajaré con la Cámara y mis colegas del Senado para llegar a un acuerdo en la paridad de salud mental —este año.  (Aplauso)

En primer lugar, es incorrecto decir "enfermedad mental y otras enfermedades médicas".  Por "enfermedad médica" lo que se quiere decir es "enfermedad física" o "enfermedad causada biológicamente".  No existe evidencia convincente que cualquiera de las llamadas enfermedades mentales sea una enfermedad "médica", "física" o "biológica", de manera que es engañoso que el presidente de los Estados Unidos anuncie públicamente que sí lo es.  (Véase el artículo en este sitio web ¿Existe la enfermedad mental? como el respaldo de este argumento.) En segundo lugar, no existe tal cosa como que la gente sea "incapaz de obtener tratamientos médicos [para enfermedades mentales] que les permitirán funcionar bien en la vida diaria" por la razón de que todos los tratamientos "médicos" de la siquiatría interrumpen el funcionamiento normal del cerebro más que mejorarlo.  Estos "tratamientos" son dañinos excepto en casos de asesoramiento con sentido común (pretenciosamente llamado "sicoterapia").  Este asesoramiento puede muy bien hacerse por no profesionales que simpaticen con nuestra causa, mismos que no poseen entrenamiento alguno, así como por "sicoterapeutas" profesionales, siquiatras y sicólogos.
      Las leyes que fuercen a las compañías de seguros y a las organizaciones de salud a pagar los llamados servicios de salud mental serían malas por varias razones.  En primer lugar, tales leyes harían más dinero para la "terapia" forzada y por lo mismo promoverán más violaciones a los derechos humanos en Estados Unidos.  Recuerdo que hace ya más de treinta años un paciente involuntario que parecía completamente normal me dijo que lo encerraron en el pabellón de siquiatría del hospital sólo porque eso le permitía al médico obtener un cheque de la compañía de seguros cada semana.  Como muchos de nosotros, este compañero fue sometido probablemente a la hospitalización involuntaria hasta que su seguro se agotó y no había más incentivos financieros para que los "profesionales" lo mantuvieran en el hospital.  Los beneficios llamados equitativos para el sector de salud mental promoverían y prolongarían las violaciones a los derechos humanos.  Esto no debe permitirse en los Estados Unidos, donde la libertad es anunciada como la razón del patriotismo americano.  En segundo lugar, las compañías de seguros y las organizaciones de salud no deben ser forzadas a pagar por tratamientos curanderos y dañinos.  La siquiatría no es un servicio de la salud.  Más bien, es control social enmascarado de tratamiento médico.  La siquiatría, y especialmente la siquiatría biológica, es curanderismo en el sector salud y daña más que ayuda a la gente.  Respecto al asesoramiento ("sicoterapia") sobre cómo vivir mejor, puede ser beneficioso, pero no es un servicio de la salud.  En tercer lugar está la libertad del contrato.  A algunos individuos —incluido yo mismo— nos gustaría que los servicios de salud no incluyan a la siquiatr&iacu te;a o cualquier clase de cobertura de "salud mental".  No se nos debe forzar a escoger entre un seguro de salud que incluya la cobertura siquiátrica que no deseemos o renunciar del todo al seguro.  En cuarto lugar, la legislación propuesta es mala como legislación federal.  La Constitución de los Estados Unidos no le da al gobierno federal autoridad en esta área.  La décima enmienda reserva esos poderes no conferidos al gobierno federal a los estados o a los individuos.

Debemos trabajar por una sociedad hospitalaria y compasiva, una sociedad donde ningún norteamericano sea descartado u olvidado.  Ésta es la gran y esperanzadora historia de nuestro país, y podemos escribir otro capítulo.  Debemos darle a todos los norteamericanos que sufren de enfermedades mentales el tratamiento y el respeto que merecen.  (Aplauso del público)

Por primera vez estoy de acuerdo.  Sin embargo, ser una sociedad hospitalaria y compasiva donde ningún norteamericano es descartado u olvidado significa algo muy diferente para mí que para usted, señor presidente.  Para usted, estas palabras significan someter a cada norteamericano en problemas, o que cause problemas, a la "terapia" siquiátrica.  Para mí, esas palabras significan respetar el derecho de todos los norteamericanos, esto es: de todos los norteamericanos que cumplen la ley, incluyendo aquellos que (erróneamente) pensamos que están mentalmente enfermos.  Cierto: necesitamos escribir otro capítulo de nuestra historia, un capítulo nuevo y diferente.  La violación de los derechos humanos en Estados Unidos se remonta a los tiempos coloniales.  Por ejemplo: los juicios de brujas en Salem en 1692, y el ahorcamiento de Mary Dyer en Boston Common en 1660 debido a que se le descubrió predicando la doctrina cuáquera en Massachusetts donde estaba prohibida.  Actualmente, la señora Dyer es considerada una mártir de la libertad religiosa, y una estatua de ella existe frente a la Casa del Estado de Massachusetts (el edificio del capitolio) a una corta distancia de donde fue ejecutada.  La violación de los derechos humanos en Estados Unidos continuó con el secuestro de los negros de África que fueron traídos a este país como esclavos.  Continuó en la Segunda Guerra Mundial cuando a los ciudadanos japoneses se les forzó a vivir en campos de concentración en Estados Unidos.  Continúa ahora con el encarcelamiento ("hospitalización" forzosa), la drogadicción forzosa y la administración involuntaria de electroshocks a la gente que cumple la ley pero que se les llama enfermos mentales.  Y continúa a la vez con el uso de torturas tales como los cuatro o cinco puntos de restricción física que no sólo han torturado, sino matado a cientos, si no es que miles, de pacientes siquiátricos en los hospitales norteamericanos y en los pabellones de siquiatría.  Cierto: necesitamos un nuevo capítulo en la historia norteamericana en que le demos un significado real a nuestra retórica política de que Estados Unidos es una tierra de libertad.  Necesitamos un nuevo capítulo en la historia norteamericana en donde empecemos a vivir de acuerdo a la imagen que tenemos de nosotros mismos: un ejemplo de los derechos humanos para el resto del mundo.

 

El texto completo de la conferencia del presidente aparece en www.whitehouse.gov (en inglés).



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